sábado 02 de diciembre de 2023 - Edición Nº1823

Opinión

Inducción al suicidio

Las discusiones sobre “sostenibilidad” son otras, necesarias, pero a la verdadera ciencia y la verdadera racionalidad las tienen tan arrinconadas en cajones bajo llave como se hizo con la plandemia y se hace con la farsa climática


por Ana Tidae para El Diestro


En la película El silencio de los corderos, Hannibal Lecter, quien es un prodigio de la manipulación mental, convence a su vecino de la celda contigua para que se suicide. Y puesto que se encuentran en celdas de altísima seguridad donde está previsto que el reo no disponga de ningún artilugio ni recurso para causarse daños o causárselos a los carceleros, consigue que el preso utilice el método de tragarse su propia lengua previamente arrancada con los dientes  y asfixiarse.

Esa desagradable pero magistral película es eso, una película, pero como la realidad siempre supera a la ficción –nada de “a veces”- también en la vida existe la inducción al suicidio, de hecho está contemplada como delito en el Código Penal de numerosos países.  Las redes sociales además han amplificado este fenómeno, así como muchos otros, unos positivos y otros nefastos, y también se han dado casos de inducción al suicidio a través de internet, bien en el marco del ciberbullying o bien de forma más dirigida. Hace pocos años conocimos el caso de una chica de diecisiete años que a base de mensajes de texto convenció a su novio de dieciocho, con quien mantenía una relación básicamente virtual, de que se quitase la vida. Incluso impidió in extremis con más mensajes de texto  el titubeo final del chico, quien finalmente murió autogaseado. La chica se deleitaba con la sensación de control extremo, fácil por la situación de debilidad y vulnerabilidad anímica de su novio.

Como un porcentaje de nosotros sabemos, a los europeos se nos está induciendo al suicidio aceleradamente. A nosotros directamente no, pero a nuestros vulnerables, mediocres, incultos, inmorales, corruptos y viciosos “representantes” e “intelectuales”  sí,  se les ha programado para que nos suiciden (y luego se pongan a salvo con la recompensa) mientras la voz inductora susurra a la vez en el oído de la población mensajes directos y también subliminales de aceptación gozosa del autoexterminio  a través de sus hechiceros mediáticos, sus patentes de neurocontrol  y sus ruidosos actores pagados de las ONGs.

Liquidar la agricultura, la ganadería, la energía, la disponibilidad del agua  y la movilidad. Liquidarlas drásticamente. Por “emergencia”, la palabra machacona con la que arrasaron a su antojo nuestra sanidad, Constitución, economía y salud mental de la sociedad. Para una población, la europea, de cuatrocientos cuarenta y siete millones de personas a las que además se pretenden añadir otros mil millones de “refugiados”. Evidentemente no hay plan alguno, ni siquiera la producción compulsiva de grillos y placas solares, que pueda hacer cuadrar las cuentas. Ya sin entrar en la abominación de que un puñado de trillonarios decidan cómo y con qué debemos alimentarnos o calentarnos o refrescarnos, en  el ridículo caso de que alguien quiera creer que lo hacen de buena fe.

No hay duda de que es una trampa pérfida y maquiavélica. Es demencia. Es criminal. Es maldad insuperable. Las discusiones sobre “sostenibilidad” son otras, necesarias, pero a la verdadera ciencia y la verdadera racionalidad las tienen tan arrinconadas en cajones bajo llave como se hizo con la plandemia y se hace con la farsa climática o la aberrante perversión sexual de los niños y adolescentes, aparte de que no nos encontramos en ninguna “emergencia” y hay tiempo para tratar los asuntos de contaminación y toxicidad con tranquilidad. Es diabólico. Es inducción –y creación- de un suicidio masivo  sin precedentes. Los ejecutores son los políticos y sus adláteres (altos funcionarios) que en la UE y en las naciones más destruidas intelectual y anímicamente, como la España del PPSOE + PNV + Junts + ERC + Revillas,  la UE de los burócratas de las bolsas de billetes y la lista oficiosa de confiables de Soros, y ese largo etcétera de decadente e insaciable corrupción, implementan y ejecutan las órdenes demoníacas y genocidas para la encerrona mortal de la muerte por inanición y los conflictos inherentes a las penurias. 

Usted, lector, no se ha vuelto loco. Si le produce shock ver a unos políticos decretar el fin o la merma salvaje de la agricultura, de los combustibles, de la pesca y de la ganadería, o jalear boicots contra la producción propia mientras se vuela literalmente la infraestructura de riego y se financia la de un país vecino hostil, no es que se haya vuelto loco o sea un pobre paleto infeliz incapaz de entender los programas, análisis, conclusiones y soluciones de los divinos “expertos” y los “progresistas”. Usted simplemente está viendo la realidad desnuda. Usted nunca se ha dejado robar la lógica más elemental  y los instintos naturales por susanas grisos, mejides y barcelós; irenes monteros, sánchezes, feijóos, rufianes, riberas y echeniques. Usted es normal, y está sano. Los que no son normales son los susurradores del averno (periodistas, influencers, activistas e intelectualoides con su vómito constante de consignas demenciales de los genocidas), ni esa aparente mayoría que se deja llevar al matadero ignorante y dócil.

Entonces la situación es esta: unos monstruos dudosamente humanos  que se sienten dueños del planeta y quieren desalojarlo y resintonizarlo (tema este de la resintonización largo y difícil de explicar, remito al canal de Telegram de Infovacunas), empezando por los que históricamente les han acabado plantando cara, reclutan, instruyen y programan a sus “jóvenes líderes” en el WEF (seleccionadamente psicópatas y sometidos a siniestros programas de control) y los rodean de estúpidos, necios y amorales colocados de ministros y altos cargos políticos y civiles para ejecutar el desalojo en forma de encerrona mortal y suicidio masivo. Por varios métodos: welcomismo inasumible de mezcla altamente inestable, inoculación del primer “milagro” por “emergencia” que les presenten,  renuncia a garantizarse alimento, agua y energía sin depender de terceros, etc. Unos susurradores  mantienen a la masa ignorante de la tormenta perfecta y los ataques, e incluso entusiasmada por el “progreso” multicolor, ecológico y “científico” que les presentan ante los ojos.

 Sí, esta es la situación. ¿Me dejo algo? Oh, sí. El fuego, el fuego literal. Pregúntese, lector. ¿Cuántas veces ha oído en las últimas décadas a los “líderes” referirse a los incendios como “lacra” o “emergencia”, como sí hacen con el “terrorismo machista”, no sé qué virus, el cambio climático y otras fantasmadas, o anunciar mayores partidas presupuestarias, dotación o estrategias para atajarlos? ¿Y a los periodistas de referencia, aparte de llenar minutos de morbo con los incendios, los ha visto exigir medidas y planteamientos científicos-tecnológicos contra la quema material de nuestro territorio?  No, no está usted loco. Es que no lo han hecho.

Por Ana Tidae para El Diestro

 

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